Tanous nació en un entorno donde el arte no era una disciplina, sino una forma de vida. Hijo y nieto de artistas, creció rodeado de lienzos, palabras y silencios cargados de pigmento. Desde pequeño convivió con el óleo, la espátula y los gestos de quienes buscaban expresar lo invisible.
Hoy, su obra nace de esa historia compleja y profunda. Una pintura visceral, emocional, fragmentaria, que no busca complacer sino confrontar. Cada trazo, cada textura, es una parte de su tránsito interior.
Desde 2024 trabaja en su estudio, donde desarrolla un proyecto pictórico limitado a 200 obras, organizado en ciclos creativos inspirados en los primeros 18 años de la vida humana y en la proporción áurea. Cada obra es un testimonio emocional; cada fragmento, una parte de sí mismo.
Aunque su camino inició en la economía y el mundo financiero, con los años entendió que el arte no lo esperaba: lo habitaba. Atravesó momentos de caos, pérdida y reconstrucción que terminaron guiándolo de regreso a la pintura, esta vez como pulsión vital.
Su obra está contenida dentro de un marco deliberado: un proyecto limitado a 200 piezas que componen un cuerpo de trabajo irrepetible.
Inspirado en los primeros 18 años de la vida etapa de formación, ruptura y descubrimiento, su proceso se organiza en 18 ciclos creativos. Cada ciclo comprende una serie de obras que exploran un impulso, una emoción o un vínculo específico. La estructura nace de una fórmula simbólica: (18 ciclos × 18 obras) ÷ φ ≈ 200 donde la proporción áurea (φ) introduce un principio de armonía natural al conjunto.
"El trazo detrás del nombre"Tanous es el reflejo de una herencia artística profunda, donde cada pincelada lleva la memoria de generaciones. Su vida y obra convergen en un viaje emocional, que trasciende la técnica para tocar lo intangible. A través de su expresión, invita a experimentar la fragilidad y la fuerza del alma humana.
La obra de Tanous se caracteriza por su visceralidad y honestidad emocional. Cada pieza es un fragmento de su mundo interior, un diálogo entre caos y armonía, donde la textura y el gesto crean una narrativa única. Su lenguaje plástico es una invitación a mirar más allá de la forma y sentir la esencia misma del arte.
“Cada vez que Tanous alza la espátula, pienso que sostiene una pluma de fuego; sus pinceladas arden en la tela”, comenta Carlos Ruiz, crítico de arte en Cultura Viva.
La elección de materiales, el uso casi exclusivo de espátula y la fragmentación posterior de algunas piezas revelan una intención clara: el gesto como unidad emocional, la textura como memoria del cuerpo, y la fragmentación como reflejo de la vida misma.